El espejo:
Aquel testigo irreverente del cómo dos personas querían ascender por la infinitud camino a aquella cúspide donde muere la cordura y tan solo el placer insufla ese hálito de vida que le da sentido al orden de las cosas y permite que los mundos se reciclen hasta acabar renaciendo como un Ave Fénix. ¿Cuántas civilizaciones se habían perdido durante tantísimos giros del sol alrededor de la tierra? Incontables. Pero luego la naturaleza siempre se abre paso, y con la misma, el instinto más animal se torna el principal responsable y salvador de todo lo existente.
El reflejo del cuerpo de Jane posado sobre la gavial feroz mirada de William le instaban a querer deshacerse en ella segundo tras segundo. Sus manos incesantes de recorrer su cuerpo bañado en aquella humedad que nada tenía que envidiarle al temprano rocío que surcaba las plantas con las primeras luces del amanecer le impregnaban sus manos. Podía percibir cómo el sudor descendía por sus clavículas hasta acabar surcando aquel camino entre sus pechos, seguido de su ombligo, hasta que desembocaba en alguna parte donde todo fluvial ahora se confundía. ¿Qué tenía ella? Le había atrapado en su red, no exagerando cuando le dijo que le tenía hechizado. Había sido la primera y única mujer en conseguir colmar sus pensamientos para no dar cabida a absolutamente nadie más; Ahora ya no habría ningún espíritu del pasado que le trillase la cabeza. No tenía necesidad, ni si quiera se le pasó por la cabeza. Aquella joven se había convertido, sin darse cuenta, en todo su epicentro y su universo con aquel acto animal que no solo aguardaba el querer poseerla hasta que el placer le abrumase. No. Quizás no fuese consciente aún, pero eso solo sería el inicio de una mascarada en la cual la casualidad fuese el principio que marcaría una historia capaz de poner su vida del revés tanto para bien, como para mal. Una aventura donde el patrón se salió de la línea ¿El surrealismo sería otro implicado? No. El aquí te pillo y aquí te mato no lo inventó Jane, ni tampoco Bill. Pero desde luego, sí que eran los únicos responsables de estar llevándolo a otro nivel.
Y su voz... ¡Oh, su voz! aquella tan particular...que salía de aquella faz de hada que deletreaba palabras con la tinta de la perversión y unos indudables malos modales que tanto le habían engatusado. Una melodía susurrante los cuales rápidamente se tornó en una sinfonía de severos gemidos que parecían el más arrebatador de los posibles conjuros que algún agraciado con el don de realizar magia mientras sigiloso le acercaba al desfiladero de la locura como si de una condena a la que quisiera sucumbir se tratase. Nada que envidiarle a los famosos cantos de Sirena que volvían locos a los marineros hasta que se tiraban por la borda en busca de aquellos labios que los pronunciasen; Aunque él buscaba su boca. Una y otra vez, todavía con la sensación de su dedo lamido y succionado desde el momento en el que la chica quiso demostrarle lo que podría haber sido, pero finalmente no fue. Para colmo, las referencias que ella musitaba con aquel timbre tan sexual le activaban todavía más las ganas de fundirse con ella. De impregnarla. De rubricar y ratificar que ahora serían un único ser. Se lo pensó mucho, pues a punto estuvo de sacársela para no solo azotarle el trasero con la justa violencia y siempre sin hacerle daño porque sí, se la estaba cargando como un condenado que intenta librarse de las garras del purgatorio pero jamás le causaría dolor. Ninguna mujer se merecía a un bellaco sin escrúpulos, pues habían formas. Él navegaba en su mar sagrado, adentrándose con indescriptible vehemencia porque se había vuelto adicto a Jane. Una peligrosa droga por la cual estaría dispuesto a morir de una sobredosis porque sabía que jamás se cansaría de ella. ¿Qué tenía?
Recuperó entre los muslos de la joven, parte del líquido que ella desprendía. Como una hermosa flor el polen. No se lo pensó cuando sin dejar de apartar la vista de sus ojos a través del cristal, se lo metió en la boca para así probar de su miel una vez más y sin ningún tipo de pudor; Pues la quería sentir de todas las formas posibles de existencia y en realidad, aunque claramente el físicamente era el que le estaba dando todo de sí a ella, si ella lo quisiera...le podría dar sentencia ahí mismo por todo lo que le producía simplemente el hecho de sentir su tacto, oír su voz diciéndole esas guarrerías que tan cachondo le ponían, y ver su rostro. Joder. Si fuese un demonio bíblico disfrazado de bella muchacha él no se defendería si ella quisiese matarle ahí mismo -
Lo quiero todo de ti...todo. Me haría alcohólico porque no podría dejar de beber de ti hasta morir - Susurró en su oído con la boca apegada mientras le daba con una velocidad que resultaba la lectura del mapa de su cuerpo, enloquecido con cada gemido. Incluso se permitió ir un poco más abajo para hincarle suavemente los dientes y así, atrapar un poco de su piel para comenzar a besarla con tantísima desesperación que probablemente la chica tendría en un rato el cuello lleno de numerosos chupetones. Con la otra mano, le sostenía los pechos . Le cabían los dos en una sola mano; Pues ella era como una muñequita de porcelana de la cual el muchacho no se consideraba digno. Ella era demasiado para él. ¿Esto era real? ¿Le estaba pasando de verdad?
Retozó el rostro contra ella, poseyéndola con más fuerza y con la mirada más fiel en su figura frontal. Había tanto deseo desmedido en los celestes de William que si la habitación hubiese sido un enclave más místico probablemente habrían ardido en llamas alrededor. Ahora ya no le tenía posada la mano sobrante en la cadera para impulsarse, estaba tan fuera de sí que no le hacía falta. Flexionó las rodillas para lograr obtener las coordenadas adecuadas que sabía de sobra que desde aquella posición la llevarían hasta el máximo exponente del éxtasis. Quería que se por fin el huracán previamente conformado se desatase. Y aunque no le hacía ninguna falta de todas formas decidió llevar la yema del dedo hasta el panel donde hasta ahora habría probado el manjar más dulce de toda su vida para así poder estimularlo en sentido circular. Se sentía extasiado, obnubilado, perdido. Su respiración se acompasó con la de Jane, perdiendo todo el control de su cuerpo porque ya había perdido las riendas de ese carrusel. El sudor le brotaba de la sien, y le rebasaba la espalda. Ella también estaba mojada, ambos lo estaban. Y él había perdido la cabeza por ella. Era lo único real y presente. Y el sentir el interior del estrecho cuerpo donde entraba y salía a placer con esmero que no era ni medio normal le hizo razonar que desde luego si era cierto que había algo después de la muerte, tendría que ser algo así. Él quería sucumbir, ya lo había hecho. Se había rendido como quien hace la genuflexión entre a la Diosa más poderosa de todo el universo.
Y la miraba, con aquella expresión que dejaba el claro atisbo de que estaba comenzando a abandonarse así mismo admirando el brillo de aquellos ojos que parecían querer transmitirle lo mismo. Fue un momento mágico, donde el tiempo y el mundo decidieron tomarse una pausa menos ellos. No había nada ni nadie más -
Jane. . . -Susurró como pudo en un deje ronco, sintiendo en su miembro que el espacio se había estrechado como un laberinto encantado en el alarde de atrapar al intruso mientras sentía como los brazos y los hombros le temblaban por la enorme tensión acumulada. A priori, en algún lejano momento hacía ya rato se le pasaría por su cabeza el hacer la marcha atrás. Pero no era tan fuerte, y esa idea quedaría arriada en la galaxia más lejana. No podía parar. No quería, a decir verdad. Quería verter en ella aquella esa melodía que entre los dos habían compuesto. Una perfecta pieza musical. El génesis que marcó el tempus del principio cuando nada había. El huracán de fuerza tan descomunal se hizo tan poderoso que comenzó a sacudir el cuerpo del muchacho, tornándose una presa definitiva. Sabía lo que significaba, y en lugar de alejarla para contener la catástrofe que daría lugar al volcán que entraba en erupción de manera inminente, se aferró más a ella -
M-Me. . .voy a correr - Avisó mientras temblaba, pues ¿Qué mínimo? Otro punto más de respeto y consideración a pesar de todo.
Y le volteó el rostro, ya no se conformaba solo con el espejo.
No rompió el contacto visual en ningún momento. Antes prefería quedarse ciego si eso fuese a suceder, porque ella era lo único que querría eternamente ver. Su mirada celestial se enlazó con aquella del color de la laguna más hermosa cuando aquella sensación parecida a una nebulosa comenzó a formarse en su parte inferior. Aquello ascendió con la incompasión que tiene un maremoto al formalizar aquel tsunami que termina invadiendo la costa; Notándose como todo se volvía de más piedra que la mirada de medusa hasta que el cráter simplemente se quebró; Provocando un
big bang que con una fuerza descomunal invadió el interior de aquella muchacha.
Y entre delirios de completa sumisión la besó con pasión. Enzarzando su lengua contra la suya, con tanto frenesí, que apretó sus labios contra los dientes de Jane, sin dañarla, pero con la suficiente declaración de intenciones de sentir la necesidad de fusionarse con ella con todos los engranajes de su corazón alocados y toda su crispada locomotora en una ebullición inevitable.
Y contra los mismos, se interrumpió, Pues William exhaló un fuerte gemido producto de aquel orgasmo tan profundo que pareció envolverle en un espiral. Por supuesto, sin dejar de mirarla y esforzándose en ni pestañear. Quería irse con ella, con su imagen. Tatuársela a fuego en su memoria y en donde su cuerpo lo permitiese. Él había firmado con su propia semilla la cual seguía saliendo porque sentía tan frenesí que se le estaba extendiendo todo más de lo normal, todo lo que la joven habría provocado en él. Algo jamás logrado anteriormente. Inimaginable, digno de un sueño del cual si por Bill fuese, jamás querría despertarse.
Hasta que el espejo se quebró, y el cristal con sus formas fractales difuminaron la forma de ambos. Había demasiada tensión en el ambiente, tanta que había traspasado a lo físico y ajeno. Él comenzó a ralentizar los movimientos conformados por sus caderas, no sin tener la completa seguridad de que ella también habría acabado porque no había nada más sensual y arrebatador que sincronizarse para alcanzar a la vez la inmensidad en la que disfrutar de aquellos fuegos artificiales.
Soltó una fuerte respiración, expandiendo las aletillas de la nariz. Y solo en ese momento y por primera vez en toda la cantata, clausuró los párpados echando la cabeza hacia atrás. Se arqueó hacia delante ,retirando las manos de la vagina de Jane y de sus pechos para poder reconfortarla en un abrazo protector, dándole un beso en el hombro izquierdo. Estaba sudando, y el suelo lo sabía. Todo alrededor de ellos, era húmedo.
Tras haber nadado en las pantanosas y peligrosas aguas de aquel súbito placer.
Y suspiró, con el corazón bombeándole con fuerza. No solo notándolo en el lado izquierdo del pecho, porque aún sin salir todavía de Jane, también sentía el pulso ¿De quién de los dos? Eso no importaba, porque dos corazones se habían hecho uno solo.
No quería ni moverse un ápice, pues aún estaba disfrutando. Muy lentamente, echó el trasero hacia atrás para desencajarse de ella: Maldita sea. Se había desatado tanto que aún habiéndose corrido como un maldito condenado, aún seguía durísimo.
¿Qué pensaría ella? -
Secuelas de tu embrujo...-Susurró entre risas aún con vocecilla de encantador de serpientes, hasta soltando una risa algo nerviosa mientras se revolvía el cabello completamente sudado. Sabía que en un minuto o dos, eso debería de pasársele. Solo esperaba no asustarla, no quería fue pensara que fuese un pervertido por mucho que lo hubiese sido con ella. Intentó relajar ese momento propiciándole un gesto cariñoso. Uno que absolutamente todos en su familia hacían con alguien especial: Le dio un toque en la punta de la nariz con la yema del dedo índice. ¿Había algo que aquella chica tendría feo? La respuesta era: No. Eso era absolutamente imposible-
Maldita sea, joder-Le tomó ambas manos hasta entrelazarla con las suyas, subiéndoselas a los labios para propiciarle un beso en el reverso de las mismas. Con adoración-
Eres...lo más bonito que me he cruzado en la vida.
-Afirmó con sinceridad antes de volver a besarla rozando en primera instancia su nariz contra la suya y en esta ocasión en los labios de manera lenta y pausada. Sí, una vez más. A riesgo de que le partiesen la cara por atrevido, pero de perdidos, al río. Estaba encoñadísimo, y sabía que eso era un error habiéndose tratado de un aquí te pillo y aquí te mato. Él era muy visceral, y aunque pensase muchísimo con la escopeta que había descargado en ella toda su artillería y más, también sabía reconocer ciertas señales propias del destino.
Luego la tomó en brazos, sin fuerzo alguno como si fuese una princesa. Miró hacia abajo, apartando los cristales con los pies -
Me da que esto te lo van a descontar del sueldo. . no pasa nada. Por mí, puedes ir sin bragas si no te llegan para ello - Dijo jocoso y picarón mientras se mordía el labio, con expresión de chulería.
Mientras tanto. . . fuera del cuartillo:
Ellos no lo sabrían. No de momento. Pero absolutamente todo el bar se habría enterado. Habían apagado hasta la televisión para oír todo el espectáculo. Por suerte, nadie se atrevió a pegarles en la puerta por muy encaramados que estuviesen a la misma, incluso haciendo a puestas varias. Hasta grabando audios con los móviles. Pero quién sabía..